El Kybalion Capítulo 7º: El Todo en todo para leer en formato de texto especial para personas con discapacidad auditiva o visual.
El Kybalion Capítulo 7º para leer: El Todo en Todo
«Si bien es cierto que Todo está en El Todo, no lo es menos que El Todo está en todas las cosas.
El que comprende esto debidamente, ha adquirido gran conocimiento.»
El Kybalion
¡Cuán a menudo se ha oído a la mayoría repetir la afirmación de que su Deidad era «Todo en Todo», y cuán poco ha sospechado el íntimo significado oculto encerrado en esas palabras emitidas tan sin ton ni son!
La presión comúnmente empleada es lo que ha quedado de la máxima hermética del epígrafe. Como dice El Kybalion: «El que comprende esto debidamente, ha adquirido gran conocimiento».
Y si esto es así, tratemos de comprender lo que significa, dada su gran importancia. En esa máxima está encerrada una de las más grandes verdades filosóficas, científicas y religiosas.
Ya hemos dado la enseñanza hermética concerniente a la naturaleza mental del Universo la verdad de que «el Universo es Mental, sostenido en la mente de El Todo».
Como dice El Kybalion en el pasaje citado: «todas las cosas están en El Todo».
Pero nótese también la siguiente afirmación correlacionada: «Es igualmente cierto que El Todo está en todas las cosas».
Esta contradicción aparente es conciliable según la ley de la Paradoja. Es, además, una afirmación hermética exacta sobre las relaciones que existen en El Todo y su Universo mental.
Ya hemos visto como es que Todo está en El Todo; examinemos ahora el segundo aspecto del asunto.
La doctrina hermética indica que El Todo es inmanente e inherente al Universo, así como en toda parte, partícula, unidad o combinación, dentro del Universo.
Los maestros suelen ilustrar este postulado, refiriéndose al Principio de Correspondencia.
El instructor pide al estudiante que forme una imagen mental de algo, de una persona, una idea o alguna cosa que tenga forma mental, siendo el ejemplo preferido el de un autor que se esté formando una idea de los personajes, el de un pintor o escultor que esté creando la imagen mental de lo que trata de expresar con su arte.
En cada caso el estudiante verá que, aunque la imagen tiene existencia y ser únicamente dentro de
su propia mente, sin embargo, el estudiante mismo, autor, pintor, o escultor es, en cierto sentido, inmanente en dicha imagen.
En otras palabras, toda la virtud, vida, espíritu o realidad de la imagen mental se deriva de la «inmanente mente» del pensador.
Medítese esto un instante hasta que se comprenda bien la idea.
Empleando otro ejemplo, podríamos decir que Otelo, Yago, Hamlet, Lear, Ricardo III, etc., existieron en la mente de Shakespeare en el momento de su concepción o creación.
Y, sin embargo, Shakespeare existió también dentro de cada uno de esos personajes, dándoles su vitalidad, su espíritu y su acción.
¿Cuál es el espíritu de los personajes que conocemos como Micawber, Oliver Twist, Uriah Heep?… ¿Es Charles Dickens o tiene cada uno de ellos un espíritu personal, independiente de su creador?
¿Tienen la Venus de Médicis, la Madonna Sixtina, el Apolo de Belvedere, espíritus y realidad propios o representan los poderes mentales y espirituales de sus creadores?
La Ley de la Paradoja explica que ambas proposiciones son ciertas, consideradas desde los puntos de vista apropiados.
Micawber es, a la vez, Micawber y Dickens. Y mientras puede decirse que Micawber es Dickens, Dickens no es idéntico a Micawber.
El hombre, como Micawber, puede exclamar: «El espíritu de mi creador me es inherente, y, sin embargo, yo no soy Él».
Esto es muy diferente de la chocante media-verdad que clamorosamente anuncian algunos medio-sabios, diciendo: «Yo soy Dios».
Imaginad al pobre Micawber o al ratero Uriah Heep exclamando: «Yo soy Dickens», o a cualquier otro personaje de las obras de Shakespeare anunciando: «Yo soy Shakespeare».
El Todo está en la lombriz, pero la lombriz está muy lejos de ser El Todo. Pero aunque la lombriz
exista meramente como una pequeña cosa, creada y teniendo su ser únicamente en la mente de El Todo, El Todo es inmanente a ella, así como en las partículas que la componen.
¿Puede haber algún misterio mayor que el encerrado en esa proposición: «Todo está en El Todo y El Todo está en Todo?».
El estudiante comprenderá, por supuesto, que las ilustraciones dadas más arriba son necesariamente imperfectas e inadecuadas, porque representan la creación de imágenes mentales en mentes finitas,
mientras que el Universo es la creación de una mente infinita, y la diferencia entre los dos polos las separa.
Y, sin embargo, es sólo cuestión de grado, el mismo Principio es el que opera. El Principio de Correspondencia se manifiesta en cada una: «Como es arriba, es abajo; como es abajo, es
arriba».
Y en proporción a la realización que obtenga el hombre de la existencia del Espíritu Subyacente inmanente en su propio ser se elevará en la escala de la vida.
Esto es lo que significa el desarrollo espiritual: el reconocimiento, la realización y la manifestación del Espíritu interno.
Recuérdese siempre esta definición (la del desenvolvimiento espiritual), porque contiene la verdad de toda verdadera Religión.
Existen muchos Planos del Ser, muchos subplanos de vida, muchos grados de existencia en el Universo.
Y todos dependen del adelanto de los seres en la escala, cuyo punto más bajo es la materia más densa, estando el Ser más elevado separado del Espíritu de El Todo sólo por una sutilísima división, y por todas partes, a lo largo de esta escala de la vida, Todo está en movimiento.
Todos están en el sendero, cuyo fin y meta es El Todo. Todo progreso es una vuelta al hogar. Todo se mueve hacia arriba, adelante, a pesar de las aparentes contradicciones.
Éste es el mensaje del iluminado.
La doctrina hermética concerniente al proceso de la creación mental del Universo es que, al principio del ciclo creador, El Todo, en su aspecto de ser, proyecta su voluntad hacia su aspecto de «Devenir» y el proceso de la creación comienza.
Se dice que este proceso se reduce a una disminución gradual de intensidad vibratoria hasta que se alcanza un grado muy bajo de energía vibrante, en cuyo punto se manifiesta la forma más densa posible de materia.
Este proceso se llama involución porque El Todo se «envuelve» en su creación. Y esto tiene su correspondencia en los procesos mentales de un artista, escritor o inventor, quien se
«envuelve» tanto en su creación mental que olvida casi completamente su propia existencia, pues en esos momentos «vive en su creación».
Si en vez de la palabra «envolverse» empleáramos la de «absorberse», quizá se diera una idea más clara del significado que trata de sugerir.
A este estado involucionario de la creación suele también llamársele la «Emanación» de la energía divina, así como el estado evolucionario se denomina «Absorción».
Al polo más extremo del proceso creador, se le considera como el más separado de El Todo, en tanto que el principio del estado evolutivo es mirado como un retorno de la oscilación del péndulo del Ritmo, como una vuelta al hogar.
La enseñanza es que durante la Efusión las vibraciones se van amortiguando gradualmente hasta que el impulso amortiguador cesa por último, y entonces se produce el retorno de la oscilación pendular.
Pero existe esta diferencia:
mientras en la efusión se manifiestan las fuerzas creadoras compactamente, como un todo, desde el comienzo mismo del estado evolutivo o de «reabsorción», se manifiesta la ley de la individualización; esto es, la tendencia a separarse en unidades de fuerza, de tal manera que lo que dejó al todo como energía no individualizada vuelve a su fuente originaria como innumerables unidades de vida, altamente desarrolladas, que se han ido levantando cada vez más alto en la escala por medio de la evolución física, mental y espiritual.
Los antiguos herméticos empleaban la palabra «meditación» para describir el proceso de la creación mental del Universo en la mente de El Todo, habiéndose empleado también frecuentemente la palabra
«contemplación».
Pero la idea que parece sugerir es la del empleo de la Atención Divina.
«Atención» es una palabra derivada de raíz latina que significa «alcanzar, llegar», y el acto de atención es realmente un «alcance, una extensión» de la energía mental; de manera, pues, que comprenderemos perfectamente el concepto si examinamos el verdadero significado de la atención.
La doctrina hermética concerniente a la evolución es que El Todo, habiendo meditado sobre el principio de la creación, y establecido así la base material del Cosmos, pensándolo en la existencia, gradualmente va despertándose de su meditación y, al hacerlo, produce la manifestación del proceso evolutivo, en los planos material, mental y espiritual, sucesivamente en orden.
Así empieza el movimiento ascendente y Todos los seres comienzan a dirigirse hacia el Espíritu.
La materia se va haciendo menos densa, las unidades vienen a ser, las combinaciones se inician, la vida aparece y va manifestándose en formas cada vez más elevadas y la mente se va haciendo más evidente, vibrando Todo cada vez más intensamente.
En una palabra, el proceso entero de la evolución, en todas sus fases, comienza y sigue de acuerdo con las leyes del proceso de «absorción».
Todo esto ocupa eones y eones de tiempo, estando compuesto cada eón por millones de años; pero,
según dice el iluminado, toda la creación, incluyendo la involución y la evolución de un Universo, no es más que un abrir y cerrar de ojos para El Todo.
Al final de innúmeros ciclos de eones de tiempo El Todo retira su atención (contemplación) o meditación del Universo, porque la Gran Obra ha terminado, y todo queda absorbido en Él de quien otrora emergiera.
Pero el misterio de los misterios es que el Espíritu de cada alma no queda aniquilado, sino que se expande infinitamente, sumergiéndose Uno en otro, el Creador y el Creado.
Ésa es la voz de la iluminación.
La iluminación expuesta sobre la meditación y el subsiguiente despertar de ella de El Todo no es, por supuesto, más que un intento de descripción del proceso infinito, mediante un ejemplo finito.
Pero, no obstante: «Como es arriba es abajo». La diferencia es sólo de grado.
Y así, como El Todo se despierta de su meditación sobre el Universo, así también el hombre (a su debido tiempo) cesará de manifestarse sobre el plano material y se irá retirando cada vez más en el espíritu Interno, que, ciertamente, es el «Ego Divino».
Hay otra cosa más de la que deseamos hablar en esta lección, y esto llega muy cerca del campo metafísico de especulación, aunque nuestro propósito es simplemente el mostrar la futilidad de tal especulación.
Aludimos a la pregunta que inevitablemente se presenta ante la mente de todos los pensadores que se han aventurado a buscar la Verdad, la pregunta es: ¿Por qué creó El Todo al Universo?
Esta pregunta podrá ser formulada en diferente forma, pero su esencia es siempre la misma.
Mucho han luchado los hombres para contestársela, pero aún no se posee respuesta alguna que merezca ese nombre.
Algunos se han imaginado que El Todo ganaría algo con ello, pero eso es absurdo, porque ¿Qué es lo que
podrá obtener El Todo que ya no posea?
Otros dicen que El Todo desea amar a algo, o que lo había creado para divertirse, o porque estaba solo, o
para manifestar su poder.
Pero todas esas respuestas son pueriles e infantiles y pertenecen a la primera infancia del pensamiento.
Algunos han tratado de explicar el misterio presumiendo que El Todo se vio «compelido» a crear, en razón de su «naturaleza interna», o su «instinto creador».
Esa idea, si bien representa un adelanto sobre las otras, tiene un punto débil. Si su «naturaleza interna o instinto creador» lo impulsara a hacer algo, entonces la naturaleza interna o instinto creador sería el Absoluto, en vez de El Todo, y de ahí que la proposición falle por su misma base.
Sin embargo, El Todo crea y se manifiesta y parece encontrar cierta satisfacción al hacerlo. Y es muy difícil escapar a la conclusión de que en algún grado infinito tendría que tener algo que correspondiera a una naturaleza interna o instinto creador en el hombre, con un deseo y Voluntad correspondientemente infinito.
No podría obrar si no quisiera hacerlo, no podría hacerlo a menos que lo deseara, y no lo desearía si no obtuviera con ello una satisfacción.
Y todas estas cosas pertenecerían a una Naturaleza interna, y podría postularse su existencia de acuerdo con la Ley de Correspondencia, tanto interna como externa.
Éste es el problema que yace en la raíz misma de la dificultad y la dificultad que se encuentra en la misma raíz del problema.
Estrictamente hablando, no puede decirse que haya ninguna «razón» para obrar, porque una razón implica una causa y El Todo está por encima de la causa y del efecto, salvo cuando su voluntad misma se convierte en una causa, en cuyo momento el principio se pone en movimiento.
De manera, pues, que no puede pensarse en el mismo asunto, porque como el mismo Todo es incognoscible.
Así como nos vemos obligados a decir simplemente: El Todo ES, así también sólo podemos decir que El Todo OBRA PORQUE OBRA.
Y, en último término, El Todo es la razón en sí misma y puede decirse en verdad que Él es su propia razón, su propia ley; su propio acto, o mejor aún: El Todo, su razón, su acto y su ley, son uno, siendo las palabras diferentes nombres de la misma cosa.
En opinión de los que esto escriben, la respuesta se halla encerrada en el íntimo ser de El Todo, en su Ser secreto.
La Ley de Correspondencia, en nuestra opinión, sólo llega al aspecto de El Todo que denominamos el aspecto de «devenir» o de «estado».
Tras ese aspecto está el de Ser, en el cual todas las leyes se pierden en la Ley, todos los principios en el Principio y El Todo, el Principio y el Ser, son idénticos, uno y lo mismo.
Por consiguiente, toda especulación metafísica sobre el punto es fútil.
Si nos ocupamos aquí de la cuestión es sólo para mostrar que, si bien reconocemos el hecho, reconocemos también lo absurdo de las respuestas dadas por metafísicos y teólogos.
En conclusión, podrá ser de interés para los estudiantes el saber que, en tanto que algunos de los antiguos y modernos instructores herméticos se inclinan más bien a aplicar el Principio de Correspondencia a la cuestión, que da por resultado la «naturaleza interna», la leyenda dice que Hermes, el Grande, cuando le fue hecha esa pregunta por algunos de sus más avanzados estudiantes, contestó apretando los labios fuertemente y no diciendo una palabra, como si indicara que no había respuesta.
Pero también puede ser que quisiera aplicar el axioma de esta filosofía que dice que «los labios de la Sabiduría permanecen cerrados, excepto para los oídos del entendimiento», en la creencia de que aún sus más aventajados discípulos no poseían la comprensión necesaria que los calificara para esa enseñanza.
De cualquier manera, si Hermes poseyó el Secreto no lo comunicó, y por lo menos en lo que al mundo concierne los labios de Hermes están cerrados al respecto.
Y si Hermes el Grande vaciló en hablar, ¿Quién sería el osado mortal que tratara de enseñarlo?
Pero, recordémoslo, cualquiera que sea la respuesta de este problema, si es que hay alguna, la verdad es que:
«Si bien es cierto que Todo está en el Todo, no lo es menos que El Todo está en todas las cosas».
La proposición en este punto es enfática. Y, para terminar, repetiremos las palabras de la cita:
«El que comprenda esto debidamente, ha adquirido gran conocimiento».
LOS TRES INICIADOS
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